Una mujer insignificante
Pido perdón por lo que a continuación voy a relatar, pregunto. Aunque, ¿a quién podría ya pedirle perdón? No tengo inclinación a hablar con gente muerta, me espanta la posibilidad de que me respondan. Me rindo. Acepto que hay algo impúdico en contar la vida de quien mantuvo su intimidad bajo llave. Así que me aguanto. Y no pido perdón. Ni me perdono. Una carta atraviesa el océano y trastorna la rígida estabilidad de un hogar. Se desencadena un caos fabuloso de vino, música, risas, que va sacando a flote las heridas y frustraciones de una mujer que nunca fue la persona más importante para nadie.