Límites de la fenomenología radical
El pensamiento fenomenológico sigue siéndolo incluso cuando posterga la noción de conciencia como ámbito de su trabajo y la reemplaza por la de vida. Tal fue el caso en la arriesgada propuesta de Michel Henry, semejante en este punto a la desarrollada algunos decenios antes por Ortega y Gasset.
En Henry no es mi vida la realidad radical, sino que la vida una y única es el ser de todo ente. En Henry no es mi circunstancia la pieza que conmigo integra la realidad radical, porque lo que solemos ante todo llamar mundo es en su filosofía el producto muerto de una exteriorización a la que sometemos habitualmente al contenido concreto de la vida en sus modos finitos.
Precisamente que la vida absoluta pueda ofrecer los múltiples, casi innumerables modos finitos de sí misma que constituyen lo esencial de los yoes humanos es uno de tantos difíciles problemas que tiene que afrontar esta fenomenología sin intencionalidad, o sea, exploradora solo de la inmanencia de la vida. Tal inmanencia, que es revelación a sí misma, posee carácter afectivo, no representativo. ¿De qué manera se relacionan entonces la afectividad, la percepción, la voluntad y el pensamiento? Otra cuestión tan ardua como inevitable para Henry.
Donde se hace fuerte la originalidad de esta que él denominó fenomenología radical o material es sobre todo en los terrenos de la estética, la crítica de la economía deshumanizadora, la crítica general de la barbarie como fenómeno anticultural clave de hoy y la relación íntima de los modos finitos de la vida con la vida absoluta o divina. Hay en estos aspectos de Henry huellas deslumbrantes de Kierkegaard, Marx, Maine de Biran y el Maestro Eckhart.
García-Baró, que contó con la amistad personal de esta figura solitaria, áspera y maravillosamente atrayente del panorama metafísico contemporáneo, reúne en este volumen la práctica totalidad de cuanto ha escrito -en cualquier lengua- a modo de iniciación para el debate con Henry. Un debate que está expandiéndose cada día más entre los que siguen con atención los movimientos sigilosos de la filosofía primera después de Heidegger.