Pasado y presente
Apuntes para una novela política
La ficción puede llevarnos más allá que la historia, pese a que está restringida por sus propias reglas científicas; no a descubrir la verdad, sino a inventarla. La historia, honestamente, no es capaz de desprenderse de la evidencia objetiva a la que el historiador tiene acceso en su investigación, como documentos, estadísticas, testimonios, diarios y memorias, cartas, memorandos, registros públicos y privados, etc., que, traídos del pasado, son la materia prima para recrear la realidad. La ficción no está limitada por la falta de evidencias, las crea.
“El único sentido de la novela es la invención del mundo (…) ‘nuestra imaginación es la fuerza organizadora de nuestra vida, de nuestro mundo’ ”. Así cita Gore Vidal (French Letters Theories of the New Novel) al crítico francés Alain Robbe-Grillet.
“La ficción es una mentira que encubre una profunda verdad” (Mario Vargas Llosa, Cartas a un joven novelista). “La ficción es, por definición, una impostura —una realidad que no es y sin embargo finge serlo—, y que toda novela es una mentira que se pase por realidad” (Idem).
Incluso así, describir un episodio político en el presente tiene sus retos que superan los propios ligados a criterios estilísticos y de forma. “El novelista no elige sus temas; es elegido por ellos. Escribe sobre ciertos asuntos porque le ocurrieron ciertas cosas” (Idem). Todos parecen coincidir en que se puede escribir sólo acerca de “algo que uno conoce”, aun para inventar la historia.
“¿De dónde salen las historias que cuentan las novelas? ¿Cómo se le ocurren los temas a un novelista? La raíz de todas las historias es la experiencia de quien las inventa, lo vivido es la fuente que irriga las ficciones. Esto no significa… que una novela sea siempre una biografía disimulada de su autor; más bien, que en toda ficción, aún en la de la imaginación más libérrima, es posible rastrear un punto de partida, una semilla íntima, visceralmente ligada a una suma de vivencias de quien la fragua” (Idem.).