Reseña

Toda historia, como el acto carnal de amar, tiene su clímax. Cualquier anécdota, las cosas que nos contamos los unos a los otros, llegan a un momento en el que los sentidos explotan, las emociones se avivan y el espíritu se libera ante la necesidad humana de sentir.
Pero es que nos hemos vuelto tan exigentes, tan asiduos a lo inmediato, que, con el pasar de los años, con el avance de la inmediatez, nos estamos haciendo cada vez más insensibles; poco a poco somos más difíciles de tocar en lo profundo y nos cuesta un trabajo enorme experimenta estertores que nos recuerden que estamos vivos, que debieron pasar mil casualidades para que nos haya tocado existir.
Por eso, unos más, otros menos; unos mucho, otros poco; a veces constante y de pronto de vez en cuando, pero todos necesitamos una dosis de exceso, momentos en los que no importa más que el ahora, instantes de un; "Pues chingue su madre" que te lanza al presente con la carne viva para que acuses cada dolor, cada beso, cada caricia, cada contacto como si fuera lo último que has de experimentar en la vida.
Las historias que vas a leer a continuación se sienten y se resienten; te llevan de la sorpresa a la intriga, de ahí a la duda, luego al espanto, cada una con su dosis de realidad que a todos nos viene bien diariamente.
En ellas, habitan personajes con los que te cruzas en la calle, pero cuyas
vivencias desconoces. ¿No te ha pasado que vas en el transporte público o estás en la fila del banco y te preguntas: "A qué se dedicará ese o por qué rumbos vivirá aquella";?
Relatos de exceso es una ventana al universo de los desconocidos, momentos de voyerismo precioso para esa sombra de morbosidad que a todos nos acompaña, aunque nos resistamos a aceptarlo. Aquí están impresas esas cosas que nos callamos, lo que queremos contar y no podemos, las respuestas a esas preguntas que no estamos dispuestos a hacer...