La economía mexicana desde una perspectiva regional
La inserción de México en la economía global en el marco de la integración de Norteamérica trajo prosperidad al país, pero esta se distribuyó de manera desigual desde el punto de vista geográfico. Las entidades federativas ubicadas en las zonas norte y centro norte se beneficiaron de su mayor cercanía con Estados Unidos y pronto se convirtieron en grandes centros receptores de inversión extranjera directa y en potentes plataformas de exportación de manufacturas. Al mismo tiempo, amplias zonas del país, principalmente del sur, sureste y centro se rezagaron y en ellas se concentró el desempleo y la pobreza nacionales dando lugar a una polarización regional que ha sido uno de los resultados más notables del impulso modernizador que inició en la segunda mitad de la década de los ochenta. Los pobres resultados económicos de México por lo menos en las últimas dos décadas se relacionan con esta diversidad de desempeños entre sus regiones. Mientras unas logran crecer a tasas moderadas e incluso altas en algunos periodos, otras permanecen estancadas, promediando tasas que son insuficientes para superar las enormes carencias sociales que se han acumulado históricamente. Para superar estas carencias es necesario comprender la naturaleza de las restricciones estructurales que inhiben el desarrollo. Una revisión de la literatura sobre el tema apunta en varias direcciones: diversidad en los procesos de especialización productiva, diferencias en las dotaciones de capital humano e infraestructura, especificidades de los mercados laborales y contrastes en las capacidades tecnológicas y en el potencial para construir sistemas de innovación regional.