El espectador
José Luis Prado nos lleva de la mano por una exposición imaginaria de arte en El espectador, pero que toma sustancia y forma en treinta y cuatro minificciones. Empleando términos museísticos, visitamos cuatro salas que nos muestran obras artísticas, fichas museográficas, instalaciones y piezas musicales que sugieren historias veladas.
La primera, la «Sala de la memoria», exhibe el tema de la guerra en un museo cerebral: “Dirección del museo: Se ubica en una zona que es atravesada por el hipocampo, la corteza prefrontal y la amígdala”. En la segunda, «Sala de las letras», un crítico snob es protagonista en cada obra.
En la tercera, la «Sala de música», José Luis Prado hace de las notas, escalas y géneros musicales los protagonistas de la exhibición. Y en la última, la «Sala de la tolerancia», atestiguamos los violentos cabos sueltos de la vida cotidiana.
Prado conforma un todo con las brevedades que, aunque sean autónomas, las ordena como piezas de un mecano para crea un concepto total del libro que nos asoma a la realidad desde la imaginación.