Alicia nunca miente
Desde que Constanza terminó su relación romántica, Adalberto Pérez se ha entregado a vivir bajo un lema acuñado por él: «Miente quien afirme que son falsas mis verdades». La solitaria víspera de Nochebuena, a la que el personaje sobrevive ahogado en rompope, traza una nueva dirección a su vida: dudar de todo, de absolutamente todo. El oficio de periodista de Adalberto se ve amenazado por la ruptura de cotidianidad que implica cualquier separación. Si Constanza fue capaz de hacerlo sentir guapo y virtuoso, familiar y enaltecido por el amor, y luego fue capaz de provocarle los sentimientos contrarios, quizás ni el mismo piso donde estamos parado sea real. En esta (anti) comedia romántica hay un comentario profundo sobre la naturaleza de la ficción como madre de toda verdad verdadera.