El espíritu de Tenamaxtli
Narrativa de vida de Alfonso Iñiguez Pérez
Partiendo desde el Amialco, el camino se le hizo largo a Poncho. Tenía
demasiadas grietas en el rostro, las manos y su cuello, tan nítidas como las del asfalto insoportable de las doce del día. Las rocas verticales, pilares del cerro que soportan el camino viejo a Cañadas, no alcanzaban a tapar el sol de junio, tampoco cumplía esa función alguna nube en aquel año de sequía.
Hizo una pausa en el andar. Tuvo el pensamiento pasajero de que quizá sería la última marcha desde ese lugar que, aún en la temporada de lluvias del año anterior, había sido un espacio de cultivo de chile de árbol, maíz, frijol y una que otra mata de calabaza. Las fuerzas ya no daban tanto como en sus años mozos, cuando él solo, sembraba hasta el último lindero de la milpa, o cuando trotaba el mundo a modo de kilómetros de carreras de resistencia, de experiencias nómadas
en Ciudad de México y Estados Unidos de Norte América. Años de resistir a las injusticias.