Señales en espiral
Vania Rizo es un sólido islote que quiere ser continente, ¿llegará a estar a flote, logrará hacerlo habitable o se hundirá con las primeras tormentas que trae la vida? Esperamos que no. Esta joven dama es un personaje muy poco común, fotógrafa, poeta, articulista, ella ha sabido pulir su talento con disciplina y seriedad, para ofrecer a todos su arte y sus ideas, con una solvencia y madurez que fácilmente olvidamos que se trata de una persona que está a la mitad de los veinte años.
Su voz ya es audible, firme y segura, tal y como es la de un ancho río, ¿llegará al mar o viene de él? Y como el agua no concede tregua, porque no puede transgredir su naturaleza. Su formación y experiencias son un tamiz que retiene lo valioso y deja ir las impurezas y el polvo. Lo hace sin elevar la voz y sin estridencias. No las necesita. Alquimia de leche y bronce, de medio día a la sombra y paisaje vibrante, semejante al de su Oaxaca natal. Cuna del tiempo.
Pinta con palabras y nombra con imágenes. Cronista de su interior y al mismo tiempo de su tiempo. Fotógrafa de momentos conmovidos y poeta de verdades tangibles, es, al mismo tiempo, articulista de temas que confieren a la sociedad, su identidad y su pulso, y al reflexionar les otorga una urgencia y actualidad que no tolera mesura, y con ello provoca en su interior el acicate de la imaginación que pronto se convierte en el doble juego del espejo que encierra un poema o una fotografía, dotando así una permanencia, una trascendencia que lo separa de lo cotidiano.
En ella la degradada palabra intelectual recupera forma y le confiere carta de ciudadanía. Su compromiso no es pose sino vocación y forma de vida.
Escribo todo esto no sin asombro. La honestidad y convicciones de esta joven no sólo son poco comunes, sino indispensables en una sociedad como la nuestra, donde la banalidad es cómplice de la impunidad, binomio mortal que disuelve todo lo verdaderamente importante en la vida: sus metas, sus anhelos, sus esperanzas en alcanzar algo mejor. Vania Rizo nos dice con sus artes que el tesoro de estar vivo es un acto no sólo de fe, sino de compromiso con el ser y el hacer. La belleza en ella no es un acto contemplativo sino un impulso hacia la luz, impostergable, activo y vital. La vida, para ella, es una aventura por la que hay que ir en tránsito permanente, adelante, siempre adelante, con la mirada despejada, las manos tejiendo realidades y caminando, siempre caminando montaña arriba.
Sergio Berlioz.