Paisajes imaginarios de lugares mexicanos en la literatura
¿Qué aporta la lectura de la evocación literaria de lo local? Dilucida la capa evanescente constitutiva de lo local, consigue un acercamiento mítico a realidades desconocidas, brinda herramientas para descifrar el código de las subjetividades situadas, ahí ancladas, siendo hasta cierto punto relativas pero irrenunciables al dar el paso cognitivo y emocional. Verifica en el periodo de producción literaria de la segunda mitad de los años cuarenta a los primeros años sesenta del siglo XX.
Tal literatura recrea la realidad social en territorio mexicano, refiriéndose con frecuencia a lo local, entendido como el drama prevaleciente en el campo y los pueblos durante los años previos a la Revolución, en la Revolución, la guerra cristera y años de inicio del régimen derivado de la Revolución. Los relatos echan mano de los “paisajes de pueblo”, noción que recoge y alimenta la vacilante valoración entre progreso/atraso, persistente en las de modernidad/tradición y campo-ciudad.
El diálogo ha conducido a los saberes populares sobre los lugares que estructuran el territorio; asimismo, han advertido acerca de los procesos sociales distinguidos en sus continuidades y cambios más relevantes definitorios de la atmósfera prevaleciente. Los habitantes propician nuestro descubrimiento de sus lugares individuales o colectivos, sin descartar la autocensura e inhibiciones que las condiciones contextuales concretas imponen (por ejemplo, la violencia del llamado crimen organizado). Las imágenes de los soportes paisajísticos, convertidos en indicadores de permanencias y cambios predominantes en la atmósfera relatada, son la base empírica de identificación del paisaje actual, registrables en fotos, croquis y relatos.