La fotografía, indicio de la historia
Si, en efecto, no hay fotografía inocente, como afirma Eugenia Meyer, el uso de las imágenes reconocen actores y autores diversos, así como intenciones y destinatarios múltiples.
Entender a la fotografía como indicio de la historia permite y obliga a una serie de postulados teóricos y filosóficos encaminados a entender el porqué de cada imagen, su contenido y qué nos dicen, amén de escudriñar en el escenario y en el propósito mismo de cada fotografía.
En su ensayo introductorio, la coordinadora de este volumen sienta las bases sobre las cuales los historiadores acceden a los archivos fotográficos en busca de otras miradas, otras formas de conocer e interpretar el pasado.
Los cuatro ensayos se complementan con una bibliografía pertinente y actualizada, a manera de recurso para el trabajo de investigación. En ninguno de ellos, las fotografías sustituyen a las fuentes tradicionales del quehacer histórico;por el contrario, lo enriquecen y fortalecen.
Daniel Escorza se adentra en el uso de la fotografía como testimonio impreso en los libros con la intención de afianzar lo sucedido y relatado.
María Esther Montanaro reafirma el valor de la fotografía como fuente esencial en la que quizá pudiera ser la construcción de otra historia de los rarámuris de la Sierra Tarahumara.
Abigail Campos logra incursionar en un tema fundamental para la historia del México porfiriano, al estudiar las vivencias de los ciegos, así como el proceder oficial y social hacia ellos a partir del testimonio indiscutible que son las fotografías.
Para cerrar, David Fajardo nos lleva de la mano para analizar en imágenes la representación del dolor, que en forma alguna puede expresarse con palabras.
Sirvan, pues, estos cuatro textos para reiterar, que las fotografías se convierten en testimonio y, como tales, demandan la misma atención que cualquier otra fuente, ya que nos hace mirar hacia el interior, quizá hacia la intimidad, y hacerlo con mayor intensidad para volver presente lo que en apariencia está ausente.