La realidad convertida en ficción
Un cuento es un fragmento arrancado de la misma cotidianidad de la vida. Es la representación de todos los dolores, pesadillas y frustraciones que el ser humano arrastra en compañía de su piel y de su alma.
En el cuento las fisuras del corazón quedan expuestas a fin de que el lector pueda encontrarse de uno o de otro lado, porque el cuento no es espejo, es transparencia entre la realidad y la ficción.
Pero el cuento es un juego simbólico que atrapa a quien se deja atrapar y deja escapar a quien abandona la lectura. En esta sinergia lector/lectura, se establece una dinámica que da vida a la tinta en reposo, es y será siempre la complicidad perfecta. La palabra se activa cuando alguien la descubre y tiene el poder de vivificar todo lo que yacía sin vida en el papel.
Y, sin embargo, el cuento existe y tiene vida. Sin importar si los diversos conceptos que le dan forma convergen, su esencia y alma siguen intactos. Porque hay en el cuento un seductor elemento que lo constituye: la impactante brevedad que el maestro Edgar Alan Poe llamó Unidad de efecto.