No, amor
Stefan Zweig reinventó "lo demoniaco"como ese terruño interior que afecta directamente al individuo que lo parece, reventando su alma y orillándolo a olvidarse de si mismo, de su cordura, para arrasarlo hacia el infinito, hacia lo elemental. Pareciera que lo demoníaco pone a quien lo sufre en su máximo estado de temeridad, sediento corre así, hacia lo peligroso, hacia el exceso, al éxtasis, a la renunciación y hasta a la anulación de si mismo. Cuando un hombre o una mujer es poseía por ese palpitar interno, por la pulsión que lo conecta con la naturaleza en su estado más puro, con el salvajismo que esta significa, esa parte casi primitiva que quisiera apasionadamente volver al elemento de donde salió a lo ultra humano, a lo abstracto.