Alvaro Sánchez
El otro señor de los cielos
Desde hace más de tres décadas México es un huracán de violencia
incontenible, que aumenta su radio destructivo y sus niveles de intensidad.
Más allá de la metáfora, esa vorágine ha marcado la vida cotidiana de
millones de personas, ha impactado una amplia gama de actividades
económicas, filtrándose a todos los niveles de las estructuras y dinámicas
sociales. Como se ha insistido por las más serias voces analíticas: todo lo que se haga en México, absolutamente todo, está expuesto, a la intemperie, desnudo si se quiere, producto de haber “seleccionado” de su historia, de su idiosincrasia, de su identidad, la peor parte: lo violento y peligroso, el desdén por la vida. Entre los grandes problemas crónicos derivados de tanto retorcimiento, extendido como metástasis, la seguridad parece ser uno de los más complejos –y es por ello que el tema se manipula dentro de las campañas políticas de una u otra posición, pues es algo que salta a la vista en todo el territorio mexicano, incluso más allá del mismo.