Contigo me voy, mi santa
En el notable prólogo a El otro, el mismo, Jorge Luis Borges —ponderando el arte del escritor— destaca «no la sencillez, que no es nada, sino la modesta y secreta complejidad ». Se trata, por cierto, de una rara virtud, que permite la lectura fluida y ligera sin atenuar la profundidad del tema ni banalizar su contenido. Más raro aún es encontrar tales características en una primera novela, que narra las vacaciones en Cuba de una escritora mexicana. Contigo me voy mi santa transcurre liviana y casi festiva por las calles de La Habana, pero sus páginas resuman el drama intenso de la soledad y el desencuentro, medio oculto tras un humor efectivo y una prosa libre y suelta. Desde luego, ambos planos son uno solo, y en eso estriba buena parte del mérito literario de esta obra, que se puede situar como digna heredera de las novelas de Jorge Ibargüengoitia o los cuentos de José Emilio Pacheco.
Quien conozca la poderosa y descarnada obra poética de la autora, quizá se sorprenda ante este ejercicio narrativo. Pero, si se mira de cerca, se hallarán pasajes de cruda realidad —individual y social—, y una reflexión que es también el íntimo ajuste cuentas de una generación que creció con una visión idealizada de Cuba, para luego advertir que la de mar, arena y caña no correspondía a lo esperado.
Contigo me voy mi santa es un libro cuyo humor merece ser leído con seriedad.