Caer de pie
Perseguir a un gato significa asumir que, aunque lleguemos a alcanzarlo, ese atrapamiento será fugaz, tan intenso como momentáneo. Ir tras el gato es ya, tal vez, la manera más profunda de alcanzarlo, pues es en esa persecución que hemos podido observarlo de cerca, acariciar por unos minutos el lomo que se eriza al contacto con nuestras manos; la cola que se levanta al reconocer la caricia.
Quien va tras la huella del gato pone su energía en lo inalcanzable de éste y por eso posa su mirada de asombro y de maravillamiento en ese pequeño animal de cuatro patas. La fascinación de mirar al gato ser gato nos ha regalado poemas que han ido construyendo una tradición sobre el tema.
La experiencia poética que Gabriela Aguirre Sánchez nos brinda en este breve, pero intensísimo poemario, obedece a su fascinante estudio académico sobre la gatidad del gato, es decir, sobre la condición que lo hace ser gato y no otro animal, a través de la escritura de los poemas que conforman Caer de pie. Su propósito es dar una visión sobre el yo lírico, traslapándose con el yo empírico, obedeciendo, en el fondo, a sus decisiones, obsesiones, búsquedas y demonios, pero teniendo siempre a la figura felina como catalizador tanto de la pericia como de la vulnerabilidad humana.
Plantear la posibilidad de un yo escritural extendido, llevado hasta los límites de lo humano para enunciar también desde lo gato, es la propuesta que Gabriela Aguirre Sánchez nos hace en Caer de pie, colección de poemas en los que habla un gatumano, es decir, un yo resultado de la mezcla de ambos, que ha observado desde fuera y contemplado con emoción e inteligencia a un ser que como a Olga Orozco o Wislawa Szymborska, le resulta muy cercano.
Después de todo, el yo lírico es siempre un yo empírico, un autor que decide llamarse con otro nombre, pensar y sentir de otra forma para luego contar cómo se puede existir de esa otra manera, más allá de las ataduras del yo histórico que nos grita quiénes somos y a qué mundo pertenecemos.