Corrupción estructural
La teoría del doble fraude y las raíces de la impunidad en México
México es un país que padece una enfermedad crónica: la corrupción estructural. Los índices internacionales de percepción lo colocan en lugares vergonzosos. Pero más allá de los sobornos y de la burocracia, se trata de un mal que traspasó los sexenios, mandatos y partidos pues las estrategias neoliberales quedaron en meros subterfugios. Ante ello, Irma Eréndira Sandoval, académica y quien fuera la secretaria de la Función Pública en los primeros años del mandado de López Obrador, propone nuevos enfoques para entender y atacar la corrupción estructural, como lo es la teoría del doble fraude: uno político-electoral y otro económico-financiero, que se vinculan de forma intrínseca en su desenvolvimiento.
La comprensión exige una vuelta al pasado, a aquellos años ominosos, así, la autora analiza el salinato, producto del más gran fraude electoral de México, y en el cual las deudas públicas se recrudecieron; el gobierno de Zedillo y el desfalco del FOBAPROA y el fatídico 2012 con la llegada de Peña Nieto a la presidencia, cuando la corrupción se institucionalizó y fue evidente que ya ocupaba las más altas esferas de la política nacional. No sin olvidar los casos fraudulentos más escandalosos: la estafa maestra, Monex, Odebrecht y Wachovia-HSBC.
Mayormente, el enfoque propuesto por Sandoval demuestra que el abuso de poder sumado a la impunidad y la baja participación ciudadana son elementos clave para entender cómo la corrupción no es un asunto sólo de servidores públicos individuales, sino también de un actor clave: las empresas privadas. En suma, se trata de un sofisticado sistema que toca tanto lo administrativo, como lo legal, lo social y lo político y que, más que verlo desde una teoría subjetivista, culturalista e individualista, debe analizarse como una estructura profunda.