Nguiu'
La Macho
Temprano llegaba, cuando apenas había terminado el desayuno, y ahí estaba parada frente a la puerta, esperando a que abriera para poder practicar. No he visto muchos varones así; con unas manos tan fuertes y grandes, piernas y brazos gruesos y ágiles que hacían volar la pelota tan rápido que apenas si se veía donde pegaba. No había en ella nada que la hiciera ver agraciada, más que su enamoramiento por la pelota. No sabía yo lo que ella le veía, pero la trataba con esa delicadeza que solo tienen las mujeres, y con la fuerza de los verdaderos machos. Y si ella mintió, fue por amor, que eso es lo único que yo le vi del bello sexo a La Macho. No tengo nada más que decirle; que si cometió pecado o delito, no es algo que esté en mí atestiguar, porque en lo que a mí concierne, en la cancha del convento de San Camilo no he visto más de lo que he contado.