Carnicero
Humillado en sus inicios por un procedimiento médico fallido, Weir se ve obligado a aceptar un puesto como médico en el manicomio para mujeres lunáticas de Nueva Jersey. Allí se le permite continuar con su práctica y sus investigaciones sin ningún control durante décadas, gracias al anonimato de las mujeres abandonadas por el estado y sus familias, mujeres a las que somete periódicamente a las más grotescas experimentaciones para publicar sus avances científicos. Sin embargo, mientras comienza a establecerse como pionero de la cirugía del siglo XIX, la ambición de Weir se ve alimentada por su obsesiva fascinación por una joven sirvienta irlandesa llamada Brigit, que se convierte no sólo en el principal sujeto de sus experimentos, sino también en la semilla de su destrucción