Juvencio
En el pintoresco pueblo de Tempoal, Veracruz, la vida se despliega en torno a la tradición del Día de Muertos. Juvencio, un campesino dedicado, se despierta temprano para recolectar ramas y flores de cempasúchil, elementos esenciales para el altar en honor a los difuntos. En su camino, se encuentra con doña Petra, la partera del pueblo, cuya conversación lo hace reflexionar sobre la cercanía de los muertos con los vivos. Los preparativos continúan y, mientras ensaya la tradicional danza La Viejada, Juvencio cree ver la figura de su hijo fallecido, Juanito, entre los danzantes, lo que llena su corazón de emociones encontradas. Su esposa, aunque escéptica, lo apoya y juntos preparan la ofrenda con esmero, recordando con amor a su pequeño hijo.
El dos de noviembre, Juvencio se une a la comunidad para celebrar la fiesta principal, tocando su quinta huapanguera en la comparsa. La música y la danza llenan de vida y color las calles del pueblo, y mientras Juvencio toca con fervor, ve a un pequeño danzante con una máscara Bocona que le recuerda a Juanito. Al final de la danza, la mirada del niño y el latido del corazón de Juvencio le confirman lo que tanto anhelaba saber: su hijo siempre ha estado con él, en espíritu y en tradición. Este encuentro le brinda a Juvencio una paz profunda, reforzando la creencia de que sus seres queridos nunca se han ido realmente, y que la celebración del Día de Muertos es una forma de mantener vivos los lazos de amor y memoria.