Reseña

Espinas y Rosas del Amor Florido

Angel Guadalupe Cruz Monroy

 
¿Qué justifica la escritura de un poema? Y aún más ¿qué justifica su publicación? El siguiente libro fue escrito bajo un ejercicio de crítica constante, teniendo siempre presente en mi mente, una anécdota que se contaba al respecto del poeta Pablo Neruda, a quien constantemente abrumaban con citas a su libro Veinte poemas de amor y una canción desesperada, mientras que libros como Canto General o Residencia en la tierra eran menos leídos. Neruda veía esto con desconcierto, pues no los consideraba sus mejores versos.
Nacemos y al poco tiempo de haber despertado nuestra conciencia, conocemos el dolor. Sin embargo, nos pasamos la vida intentando solo rescatar los momentos bellos de nuestra vida, y no hay nada de malo en ello. Es un acto puro, atesoramos la felicidad porque encontramos en ella una justificación a la vida. Pero que hay del dolor ¿se debe guardar? ¿se debe ocultar? ¿se debe condenar a un eterno silencio? Pienso que no, pienso que las experiencias dolorosas de nuestra vida, deben ser nombradas, no ya para caer en un eterno martirio, sino para afrontarlas, retomando de ellas un aprendizaje que solo se adquiere de la experiencia viva. “Nadie aprende en cabeza ajena”.
He de decir al lector o lectora, que el libro se divide en dos secciones. La primera de ellas es Espinas, en ellas el tema central es el reconocimiento de no ser correspondido. El amor es realidad y no pide permiso para serlo, sin embargo, existe la desilusión del amor ¡No me duele tanto el silencio, / sino el olvido! Es una frase que podemos leer en el poemario. Y esto nos duele precisamente porque parte del amor. Si nosotros no quisiéramos a “fulanito”, no nos importaría que él no nos quisiera. La segunda sección es Rosas, en ellas el amor se corresponde con amor. La plenitud de amar a alguien y que esa persona nos ame de igual manera y por ocasiones incluso más, nos inspira a ser la mejor versión de nosotros mismos. Agradecemos el hecho de que tampoco lo pidamos, de que nos sea dado.
La contraposición de Espinas y Rosas no buscan un combate entre ellas, ni mucho menos una división sustancial entre lo que es bueno y lo que es malo. Pienso más bien en que Espinas es tan solo un tramo de vereda, por el que todos transitamos y que Rosas es el destino hacia el que todos nos dirigimos. Yo escribo estas palabras desde allá, desde las Rosas. Escribo esto con un nombre en los labios, un nombre que encontrarán a lo largo de todo el libro. Quizás algún día usted y yo nos encontremos y le aseguro que ella estará a mi lado.
Reflexiono sobre el hecho de escribir y me doy cuenta de que casi nunca es mi voz la que escribe, sino las voces de los otros. Reflexiono también el hecho de estar en este momento escribiendo este prólogo —momento que para quien lo lea, quedará ya muy lejano— y me considero apenas un punto intermedio entre esto y aquello de un “nada concreto”. Estos poemas nos pertenecen a todos.
Dedico este libro, especialmente a mis abuelas y a todas las abuelitas del mundo, mujeres increíbles, raíces de mi ser y mi cultura. Festejo su vida, bendigo sus años, su sabiduría y su amor. Reconociendo su valor y, los dolores y privaciones que sufrieron en su vida, les doy las gracias desde mi alma, por haber sembrado en mí, infinitos de amor y de ternura.