Estudios de caso en la gestión cultural
La gestión cultural surge en las últimas décadas como un nuevo campo académico disciplinar en Iberoamérica, que se genera a partir de la visibilización y formalización de saberes experienciales de diversos agentes culturales que desde diferentes campos y ámbitos laborales van definiendo un modo particular de mirar e intervenir en la realidad. No obstante, estas miradas y actuaciones no solo están influenciadas por la praxis de los agentes, sino también por sus trayectorias laborales y académicas que van delineando las concepciones de cómo se entiende la cultura, pero también los métodos por los cuales se analiza y se interviene. En los procesos de formalización de la praxis desde el ámbito académico, ha sido necesario reconocer cómo la gestión cultural apropia y utiliza las diferentes metodologías y herramientas de otras disciplinas y profesiones, para enriquecer y mejorar su práctica. Por ello, la multi e interdisciplinariedad se vuelve fundamental en la gestión cultural, ya que permite abordar de manera holística y compleja los desafíos y problemáticas que se presentan en el ejercicio de la profesión.
Es así, que la formación en gestión cultural debe considerar una visión interdisciplinaria y capaz de implementar una gran variedad de metodologías, acorde a las necesidades y problemáticas concretas que quieren atender, ya sea que esto derive en proyectos de investigación o intervención. De esta forma, los profesionales de la gestión cultural podrán desarrollar estrategias innovadoras y creativas que contribuyan al desarrollo del sector cultural y al enriquecimiento de la comunidad en la que se insertan. La capacidad de trabajar de manera colaborativa con expertos de distintas disciplinas también les permite generar soluciones integrales y efectivas para los objetos de estudio/intervención que se atienden.
Por ello, el método de casos es una herramienta importante que se utiliza en la gestión cultural. Se caracteriza por su enfoque práctico y contextualizado en el análisis de situaciones específicas; para identificar aprendizajes generados desde la práctica de los agentes culturales, pues a través del estudio detallado de casos específicos, se pueden identificar patrones, estrategias exitosas y errores comunes, lo que facilita la formalización de estas experiencias para la generación de nuevo conocimiento, el cual, una vez sistematizado, puede ser compartido y replicado por otros agentes culturales, contribuyendo así a la mejora de sus prácticas, favoreciendo al desarrollo de una acción cultural efectiva, eficiente, pero sobre todo pertinente, ya que la contextualización jugará un papel importante en la comprensión de cómo se configura la acción cultural y el para qué de la misma.