La vida feliz
Pienso en Iris, que al fin y al cabo fue alguien importante, también en Émilie, en Cécile, por supuesto, y luego en otros nombres inmersos en otras brumas, pero es Alice, siempre Alice, la que está ahí, inmutable, con la risa todavía sobre nuestras cabezas, como si el primer amor fuera una condena perpetua. Alice y Fritz se quieren y pasan la vida separándose. Las razones: la ciclotimia de las pasiones, los padres y los suegros, el trabajo y los colegas, los amigos de la infancia, dos polacos, como siempre, los dientes y el pelo, una larga de historia de corbatas, celos y, cómo no, Schopenhauer.