Reseña

El Palacio del conde de Buenavista, actual sede del Museo Nacional de San Carlos, es una casona enclavada en La Tabacalera, una colonia popular y vivaz que no solo se caracterizó por albergar un rico patrimonio arquitectónico propio de una época histórica del siglo XX mexicano, sino también por el desarrollo de una vida nocturna que trazó una suerte de circuito de bares, hoteles de paso, centros nocturnos y prostíbulos, que abarcaban el Centro Histórico de la Ciudad de México, así como las colonias Guerrero y Nonoalco-Tlatelolco, una vida que ha quedado narrada en la literatura, en la obra de Juan Rulfo.
Cuando caía la noche la Tabacalera se transformaba y sus calles se poblaban de habitantes que eran estigmatizados y marginados por el resto de la sociedad capitalina debido a sus preferencias sexuales, sus medios de supervivencia o, simplemente, por vivir fuera de lo que era considerado “correcto”. En este sentido, la exposición La noche nos pertenece reunió una serie de testimonios visuales que dieron cuenta de las miradas en torno a la vida nocturna y sus protagonistas, los prejuicios a los que han estado sujetos, así como las historias que se construyeron para darle sentido a un mundo que parecía correr paralelo a los afanes de desarrollo y modernidad del México del siglo XX. Afanes que viven hoy nuevos derroteros en este acelerado siglo XXI.
Con esta exposición, el Museo Nacional de San Carlos no buscó emitir juicios de valor ni idealizar la vida nocturna o negar todas las problemáticas y violencias que guarda y reproduce, así como todo el sistema de explotación que conlleva, sino llevar a cabo una reflexión en torno a la innegable realidad que rodea a dicho recinto y reconocer también a todas esas mujeres y hombres que no deben seguir padeciendo la invisibilización o el borramiento social.
Sin duda, el arte es un elemento que ayuda a la reflexión del entorno social, estético y político de nuestras ciudades. En este sentido, los museos también pueden posicionarse como factores de conversación, diálogo y distensión dentro de una comunidad, permitiendo que sus dinámicas se reconstruyan a partir de nuevas miradas y acciones en las que la propia comunidad se vea reflejada, y en la que ella misma se convierta en protagonista de su propia conciencia social. Es por ello que celebramos el esfuerzo del Museo Nacional de San Carlos por realizar proyectos en los que se busca interrogar nuestro pasado para transformar el presente en aras de construir una sociedad más inclusiva y más diversa, donde nadie sea invisibilizado o cuestionado por su forma de vida o preferencia sexual.