Tolerancia represiva. La dimensión estética
A primera vista, los dos ensayos ya clásicos que presentamos aquí al lector no parecen tener nada en común. En realidad, sin embargo, son dos modos diferentes y complementarios de defender un mismo postulado central para Marcuse: que al fondo de la vida social sí existe algo verdadero y benéfico en sí mismo. Algo que no es relativo ni está sujeto a la opinión de cada quién; que no puede ser nunca un mero producto de influencias externas.
A partir de esa premisa, Tolerancia represiva critica la idea de la tolerancia en las democracias occidentales, la cual tiende a ver equilibrado dar el mismo espacio al belicista que al pacifista, al racista que al defensor de los derechos de los negros; siempre en el supuesto de que no puede saberse qué es lo correcto.
Por su parte, y en el fondo en la misma perspectiva, La dimensión estética sostiene, en contraposición a lo que Marcuse considera la ortodoxia estética marxista, que el arte puede trascender las limitaciones económicas y de clase para dejar hablar a las potencias universales y enterradas de lo humano. Potencias que no se deben a ningún momento de la historia en particular ni a la solidaridad con tal o cual clase social, y que serían la base de cualquier producción verdaderamente revolucionaria, sin necesidad de pretenderlo. “Cuanto más inmediatamente política es la obra de arte —dice—, más pierde su poder de extrañamiento y sus trascendentes y radicales metas de cambio.”