Espumosa bebida de flores
Cacao y chocolate en el ámbito maya virreinal
Resumen:
“¡Oh divino chocolate, que arrodillado te muelen, manos plegadas te baten y ojos al cielo te beben!”, así loaba en el siglo XVIII el poeta valenciano Marco Antonio de Orellana al chocolate, aludiendo a lo que de sacrosanto tenía la bebida. No en balde el nombre científico que le dio Linneo a la planta productora refería también a lo sacro: Theobroma, de Theos, dios, y broma, alimento.
Adicionada con diversos componentes, la bebida supo de una pronta aceptación en España y, desde allí, Europa y el resto del mundo, como busca mostrar este libro, que habla de su cultivo, comercio, y hasta de las adulteraciones y las disputas científicas y religiosas que motivaron el cacao y el chocolate, las que incluso han servido para anclar identidades. Pregonaba Carlos Pellicer: “Yo que de Tabasco vengo con nudos de sangre maya, donde el cacao molido dio nuevo sentido al agua”.