La casa que fuimos
El espacio para comenzar a tender las imágenes que conformarán La casa que fuimos se construye a partir de ahí, de ese primer verso con sus palabras primigenias: árbol, casa, colgar y hermano. Un espacio-significado porque «...—sea en el mundo real o en el ficcional— nunca es un espacio neutro, inocente; es un espacio significante...». Es decir, se ha creado un contexto simbólico con el contraste del yo-poético (lo personal) y su entorno (lo otro). En el primer momento se conjugan la muerte, el sentimiento de pérdida y su consecuencia: el dolor. En el segundo se encuentra la casa, quienes la habitan, o sea, la familia y la posibilidad de sanación: la esperanza.
Este contraste se presenta a través de las tres partes del poemario: “La casa que fuimos”, “Memoria de la casa” y “Memoria del agua”. Metaforizar sobre la casa es metaforizar sobre el recuerdo. Es el lugar donde la memoria comienza a guardar los primeros hechos vividos conscientemente. Por eso nadie olvida su primera vivienda. Desde ahí inicia la creación del yo. Incluso desde el vientre materno, la primera y verdadera casa segura, se forman recuerdos en el inconsciente. Lo vivido en lo habitado moldea el interior del ser humano.