El hombre de los pies-murciélago
Desde chico Esper había aprendido a no hacerse notar. Muchas veces le había confesado al hombre de los pies-murciélago que él era un camaleón. Sobre todo en la escuela. Era invisible en la escuela. Nunca una opinión. Jamás una risa. Sin embargo, lo veían. Muchas veces lo veían. Porque querían verlo. Lo buscaban.