Ensayos de Elia
Pocos autores son tan queridos por sus connacionales como Charles Lamb. Estuvo lejos de ser famoso en vida. No tuvo una gran recepción crítica y nunca vio reimprimirse sus hoy muy célebres Ensayos de Elia —publicada ahora por la Universidad Nacional Autónoma de México en traducción de Rafael Vargas— pero desde mediados del siglo XIX el número de sus lectores en lengua inglesa se multiplica de manera sostenida cada año. A tal punto que cabe preguntarse cuál será la cantidad de ediciones y de ejemplares que ese libro ha alcanzado. Es difícil saberlo. Tanto en la Primera como en la Segunda guerra mundiales los soldados ingleses solían llevar un ejemplar en su mochila. De hecho, durante la Segunda se hicieron tirajes especiales con ese propósito. La lectura de Lamb era parte de la educación de los jóvenes de Inglaterra, y sus Ensayos eran una lectura escolar habitual como hoy lo son Pedro Páramo, de Juan Rulfo, y El laberinto de la soledad, de Octavio Paz, entre los jóvenes mexicanos. Dejaron de serlo porque hubo una reacción crítica en su contra, encabezada por el entonces influyente F. R. Leavis, quien juzgaba a Lamb como un autor menor, un manierista excesivamente apreciado. El ataque de Leavis empañó la admiración que hasta entonces Lamb había suscitado, y significó su exclusión de la currícula escolar. Pero aún fuera de ella continuó siendo ampliamente leído, y con el paso del tiempo la balanza se ha inclinado a su favor: su obra comenzó a ser revalorada en la década de 1970, en tanto que ahora se consideran desmesurados los juicios de Leavis y sus seguidores.