Desde las flamas
Dido se entregó a las llamas para que el hielo de la despedida templase el ardor de su (des)pecho. Jeanne D’Arc burló la pira inicialmente, pero al final llegó a la hoguera para anidar donde los fénix. Giordano Bruno al fuego fue llevado por aquello a lo que se condena todo aquel que intenta cambiar al mundo, y desde su conflagración pudo contemplar la infinitud. De esa misma lumbre bebe el poeta sin saber si consume o es consumido; yace en las brasas y lanza a veces cálidos sonetos; a veces, versos incendiarios.