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Reseña

Este libro electrónico, conmemorativo de la exposición del mismo título, reúne, en nueve ensayos de once autores, interpretaciones de la idea del fin del mundo en distintas épocas de nuestra historia.
A partir de la extinción de la megafauna del Cuartenario con el inicio del Antropoceno en el territorio del actual México, y la posibilidad de que en ese hecho haya contribuido la presencia de los habitantes prehistóricos, se da paso a lo que documentos de variada índole nos dicen de la concepción cíclica creación-destrucción de los pueblos mesoamericanos, tomando como paradigma a los mayas del Clásico y los mexicas del Posclásico, y cómo el pensamiento apocalíptico contemporáneo a veces ha desvirtuado la interpretación de su antiguos monumentos.
La apocalíptica caída de México Tenochtitlan dio paso al régimen virreinal, la cristianización y la aniquilación sistemática de vestigios de la religión indígena. Por eso se aborda la integración al pensamiento mesoamericano de los principios judeocristianos, con su precepto de un mundo finito, de historia lineal, que tiene un solo inicio y un único final, en contraste con la recreación periódica del universo en la cosmovisión indígena. De ahí que se plantee el paralelismo discordante que hay entre la idea de la destrucción del mundo y la idea de la destrucción de un mundo, ambigüedad que los indígenas tuvieron que enfrentar y asimilar.
La consecuencia del entreveramiento de concepciones cosmogónicas se refleja en las nociones del existir y los rituales que los pueblos originarios actuales, como los wixárika, los nahuas y el pueblo tarahumar, practican para evitar el fin del mundo, pues de su continuidad se asumen responsables. Así vemos cómo la noción del diluvio universal cristiano se incrustó en los mitos de la creación y la destrucción casi total del mundo, reivindicado por la acción de un ser humano o divino, por lo que la humanidad actual debe hacer todos los esfuerzos para, por ejemplo, impedir que el sol caiga a la tierra y la queme.
Los tiempos modernos y contemporáneos parecen estar marcados por periódicos eventos de impacto apocalíptico, como lo enuncian las crónicas de Carlos Monsiváis. La Revolución Mexicana destruyó el mundo plácido y ciegamente creyente en el progreso que fue el último cuarto del siglo XIX y el arranque del siguiente. El movimiento revolucionario tuvo su propia experiencia apocalípticamente traumática que fue la Decena Trágica. Y así, en el siglo xx hubo una concatenación de destrucciones del mundo que conocíamos, enfrentándonos a nuevas realidades. Hechos que han sacudido la conciencia mexicana, como el movimiento estudiantil de 1968 y la represión desatada; el terrible terremoto de 1985 y su demoledor impacto en la Ciudad de México; la alternancia política y la caída del antiguo régimen presidencial, más un etcétera del cual Monsiváis ya no pudo ser testigo, pero que seguramente habría sumado a la cadena de apocalipsis de la contemporaneidad mexicana.

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