Praxis e historia
Severo Martínez Peláez, el político y el científico
La obra y pensamiento de Severo Martínez Peláez resultan inexplicables si se ignora que el gran historiador siempre estuvo inspirado en la idea de la indisolubilidad de la teoría y la praxis. No puede entenderse su interpretación de la historia y la sociedad guatemalteca, su pasado y su presente, si no se toma en cuenta que política y ciencia fueron para él las dos partes de una totalidad. Este libro trata de distintas maneras, a través de sus autores y autora, un tema crucial en la vida y obra de Martínez Peláez, la praxis revolucionaria. Con esa idea, Severo Martínez Peláez se involucró en la defensa de la revolución guatemalteca de 1944-19 54 como dirigente estudiantil y posteriormente como militante del Partido Guatemalteco del Trabajo. Su concepción de la vinculación entre teoría y praxis lo llevó a deplorar la pasividad frente a un orden que consideraba infame y el no ser pasivo lo llevó a enfrentar cárcel, persecución y exilio. Siendo notable que un intelectual de su estatura no renunciara a la militancia política, resultan todavía más importantes los efectos de esa concepción en su interpretación de la historia de Guatemala.
En Severo Martínez Peláez, la interpretación histórica es como la poesía que enarbolaba el poeta español Gabriel Celaya: un arma cargada de futuro. Esta idea vertebra La patria del criollo y Motines de indios (la violencia colonial en Centroamérica y Chiapas) así como otros de sus escritos. La revolución como proyecto truncado en 1954 y la revolución como horizonte de visibilidad impregnan cada una de las líneas que escribió. La conciencia del odioso presente lleno de un ominoso pasado, que Severo luchó por cambiar, acaso comenzó con el traumático recuerdo de infancia que relata en alguna de las notas de La patria del criollo: una larga hilera de indígenas amarrados y escoltados camino a las grandes fincas de café como trabajadores forzados en el Quetzaltenango de los años treinta.
El estudio riguroso del pasado tenía un propósito político, la historia como expresión de la praxis revolucionaria debería servir para interpretar el presente, imaginar el futuro y empezar a construirlo. En las vísperas de la contrarrevolución de 1954, en un discurso como dirigente estudiantil, Severo Martínez Peláez expresó lo que sería la ruta de su vida: "La historia, por ejemplo, es un arduo viaje hacia el pasado, pero el verdadero sentido de ese viaje es el regreso, el retorno al presente, el retorno a esa otra historia que estamos haciendo entre todos cada día ... hay una historia que se estudia y otra que se vive, y el sentido de la primera es iluminar a la segunda".