Cuesta en-amor-arte
Traía trazas de vagos motivos para alejarse de la ciudad.
Y el hartazgo del Sí esto o Sí aquello o lo otro o cualquier
cosa, lo hubo puesto en una posición insoportable.
Deseaba aprender a pronunciar la voz No.
Su confuso quijotismo, ya intervenido por la cuarta
velocidad de sí mismo, no le auxiliaba en absoluto a hallar
la llave maestra para detener su aceleración y poder entrar
a su intelecto; sin intento, sin concebirlo, en contrasentido
aumento del tráfico por lentísima circulación en la ciudad,
lo ceñía el estrés y demás tensiones que por ese incidente
crispaba a los conductores. Existía a mil pies.
No paraba de tramar pifias. Cavar hoyos en el patio
de atrás de su casa, ¿cavilaba en una alberca?, sí, uno de
los hoyos asaz grade y profundo. Al paso del fastidio, se le
veía tapando los hoyos.
Colgaba contra ramas de los árboles componentes
de diverso material, decía que quería formar una orquesta
que la haría sonar el viento. Por fallas de precisión, unos
colgaba y otros se desprendían al roce de un viento ligero.
No hallaba la puerta ni de la entrada ni de la salida
de su alma. No hallaba su postura ególatra. No se hallaba. Así era nuestro personaje.