Reseña

Tratar de entender el fenómeno de la presidencia de Andrés Manuel López
Obrador obliga a abordarlo desde varias aristas. Obliga a tratar de
comprender las causas de fondo que han ayudado a que en el mundo haya
surgido una ola de populismo político exitoso. A ver cómo se disuelven
las viejas ideologías y aparece una forma de hacer política más difícil
de clasificar. Exige ver, también, cómo se van hilando los elementos que
combinan una gestión tradicional de la economía con una visión piramidal
y autocrática de la política. Finalmente, demanda hacer un intento por
comprender los porqués (y los límites) de la popularidad de amlo, así
como los problemas y dilemas a los que se tienen que enfrentar sus
opositores.
De eso trata este libro, hecho de una selección de textos publicados en
el diario Crónica, algunos de ellos escritos mucho antes de que López
Obrador llegara a la Presidencia de la República. La idea es encontrar
algunos hilos conducentes, que nos permitan entender tanto la génesis
como el desarrollo del fenómeno.
Un resultado lógico es que se muestran las contradicciones, cada vez más
notables, entre el discurso y la realidad del lopezobradorismo. No hay
un movimiento hacia la izquierda, ni superación de la pobreza, ni mucho
menos consolidación democrática. A menudo es todo lo contrario.
El libro está dividido en siete partes. En la primera, titulada “La
gestación del populismo” se abordan algunos de los prolegómenos —sobre
todo económicos, pero también políticos, porque los liberales se
sentaron en laureles más presuntos que reales— que condujeron al auge
del populismo, para confluir en un comentario sobre un libro destinado a
convertirse en un clásico: Yo, el Pueblo, de Nadia Urbinati.
La segunda parte, titulada “El viraje”, da cuenta de la transformación
retórica de Andrés Manuel López Obrador. Cómo fue pasando de un lenguaje
supuestamente de izquierda, hacia un nacionalismo cada vez más ramplón,
y cómo dejó de abanderar diversas causas con las que históricamente se
ha identificado la izquierda. Al final nos encontramos con un mandatario
fuertemente centralizador, místico, moralino, peleado con la sociedad
civil y con cualquier cosa que huela a autonomía, ajeno a las
preocupaciones ecológicas, militarista. Un nostálgico de la unanimidad
que sueña un mundo idílico en el que el padre trabaja en la refinería,
la madre se encarga del cuidado de la casa, los niños van a la escuela y
luego a jugar beisbol y los abuelos dan consejos sabios, mientras el
Presidente es amado por su pueblo en sus dominios exclusivos del Zócalo
y Palacio Nacional.
La tercera parte, “De cómo amlo nos salió neoliberal” analiza la
política económica de la primera mitad del sexenio. En ella se ve una
profunda ortodoxia, que parece sacada de los libros de texto de las
escuelas conservadoras, aderezada por los apoyos directos a algunos
sectores, que tienen muchos más efectos políticos que económicos. Y se
ve cómo todo confluye en una gran simulación: hacemos como que hay
bienestar, aunque no haya.
Si López Obrador supiera lo que es admitir un error, diría que se
equivocó, y la pandemia, con su cauda sanitaria y económica, no le vino
como anillo al dedo.
La cuarta parte intenta esbozar el “Retrato de un autoritario”, y da
cuenta de una fuga hacia adelante y un proceso de cerrazón ante la
aparición de problemas. Al sufrir el síndrome del gobierno asediado,
amlo ve enemigos por todas partes y actúa en consecuencia. El resultado,
paradójico, es el aislamiento respecto a la realidad y a las necesidades
populares, al tiempo que redobla la apuesta a los símbolos, como
sustitutos de la democracia. El modelo político está haciendo agua antes
de consolidarse. Los símbolos pueden servir para hacerse del poder y
también para consolidarlo en tiempos tranquilos. Pero cuando afloran los
problemas, los símbolos empiezan a parecer máscaras.
La última parte toma algunos de los problemas a los que se enfrenta la
oposición a López Obrador. Problemas de autodefinición, pero también de
diagnóstico de las razones que llevaron a amlo al poder. Y hace una
llamada de atención sobre los principales peligros que acechan a esa
oposición: el de rendirse ante la ultraderecha y el de abrazar —también
ella— la simulación. Lo peor que pueden hacer quienes difieren de amlo
es lamerse las heridas o quejarse por cualquier cosa y dar palos de
ciego. En la forja de una oposición sensata está también la definición
–más democrática o menos— del sistema de distribución del poder en el
país.