Los cuerpos de tu nombre
¿Qué hace Arturo Álvar en los versos de Los cuerpos de tu nombre? Una alquimia semejante (guardando, por supuesto, las distancias) a las de un Nerval que escribía sus Quimeras, con su hondo pesar por el deceso de su amada Jenny Colon, a la que sabe lejos y muerta (lejos de su vida y de la vida). Para muchos, sólo una mediana actriz de reparto, pero para el poeta el signo de su vida y destino. Su signo: el sol negro de su melancolía. Para Álvar son la nostalgia por unos ojos verdes, y el cuerpo cambiante, exiliado de sí, al que sólo puede regresar en el ánimo versal “escrito en agua”: en el deseo que se tensa en sus versos. Escrito en el agua del instante eterno que es la poesía. Escritos en el viento que pasa y al pasar algo nos deja. Inútiles versos, si se quiere, para que la amada en verdad regrese en este morir sin morir que es la vida; pero con la suficiente prestancia para que los corazones solitarios, aficionados al desvelo, evoquen sus propios anhelos en ellos consumados.