José María Lozano gran tribuno del México revolucionario
Este trabajo de investigación, busca recordar la vida de José María Lozano Rábago, un ilustre político, periodista, abogado litigante y orador impecable, a 90 años de su muerte, año en el que Jalisco conmemora 200 años de la creación del Estado. Como jalisciense, alteño y sanmiguelense, fue un profesionista destacado que amerita un homenaje a su vida y legado.
Nativo de San Miguel el Alto, Jalisco, donde nace el 30 de octubre de 1877. Tenía tan solo seis años, cuando fallece su padre, Andrés Lozano Márquez. Muy joven parte a la Ciudad de México donde radica la mayor parte de su vida.
Fue un intelectual forjado con personajes del México revolucionario y constitucionalista, con una estrecha relación con José Vasconcelos, Nemesio García Naranjo, Francisco Olaguíbel, Querido Moheno, Jesús Henríquez Ureña, Alfonso Reyes, Serapio Rendón, Salvador Díaz Mirón, Rafael Zubarán Capmany, Enrique Gorostieta, Ramón Corral, Victoriano Huerta y Rodolfo Reyes, entre muchos otros.
Se posicionó entre los mejores abogados de su época, capaz de persuadir y construir grandes discursos, ganadores de las causas más complejas, siempre técnico y elocuente. Fue diputado federal, sosteniendo interesantes debates en la cámara, impulsando innovaciones legales previo a la Constitución de 1917.
En las causas penales, destacaron sus dos roles: Ministerio público, participando en la instrucción del afamado bandolero, Jesús Negrete El Tigre de Santa Julia, así como en el caso del homicidio del expresidente de Guatemala Gral. Manuel Lisandro Barillas. También realizó la extraordinaria defensa de María Teresa de Landa, Miss México 1928, acusada por el homicidio de su esposo el Gral. Moisés Vidal Corro, logrando su absolución, aun cuando todos los indicios anunciaban una evidente sentencia condenatoria.
Además de ejercer su profesión, se inmiscuyó en la política. Su decisión de formar parte del gabinete huertista, perjudicó su destacada trayectoria de muchos años. El deseo de ascender en el poder y convertirse en Secretario de Estado (primero de instrucción pública y luego de comunicaciones y obras públicas), le ocasionó un exilio obligado en Cuba por una temporada.
Tras su regreso de Cuba, se integró al Consejo Cultural del Ayuntamiento de la Ciudad de México (1923), donde sufre fuertes ataques por considerarlo reaccionario. Dedicó sus últimos años de vida a dar conferencias en diferentes lugares de México y el mundo. Falleció el siete de agosto de 1933 en la Ciudad de México, a los cincuenta y cinco años.