Un beso postergado
Orden y equilibrio, aprendidos en su formación como arquitecta y urbanista, articulan la columna vertebral de la composición pictórica de Ana Mena. Sagaz observadora del detalle generador del todo, la artista somete su pintura a la rigurosa disciplina de la repetición en busca de expresiones que van más allá de la mirada. A vuelo de pájaro, sus mapas urbanos parecen evocar las ciudades invisibles de Italo Calvino, creando patrones de pieles urbanas como atributos vivos de animalidad citadina, de la textura del papel amate —soporte vegetal que remite a una mexicanidad milenaria— y extrae formas que denotan su fascinación por el reino animal: bisontes, mariposas monarca y jaguares cobran vida frente al contrapunto de dos cráneos humanos descarnados en un “beso postergado” como metáfora de la extinción de las especies. Ana Mena es, sin duda, una de las mujeres representativas de la plástica mexiquense.