Nostalgia de la muerte
Obsesionado por el tema de la muerte, Villaurrutia escribió alguna vez que el hombre “puede echar de menos su muerte, que vive y experimenta en formas muy misteriosas”. Esta fascinación de la poesía villaurrutiana se ha trazado hasta hacerla entroncar con las concepciones aztecas de la muerte, que la identifican con un momento del movimiento cósmico. Villaurrutia era un hombre de baja estatura, delgado, elegante en el vestir, de “hermosa voz, grave y fluyendo como un río oscuro”. Su nombre va ligado al de casi todas las empresas culturales emprendidas en México desde mediados de los años veinte hasta su muerte; por educación y temperamento fue un cosmopolita. El teatro fue para Villaurrutia otra pasión. En su juventud se esforzó por dar a conocer autores modernos norteamericanos y europeos. Después, en el experimental Teatro Orientación presentó sus primeras obras: “Parece mentira” (1933) y “¿En qué piensas?” (1934), preámbulo de obras mayores: “Invitación a la muerte” (1940) y “La hiedra” (1941), inspiradas en “Hamlet” y en la “Fedra” de Racine.