Postales desde el fin del mundo
Se trata de un poemario fuerte, cuyo tono parco (y a ratos lúdico) muestra a un claro poeta en formación, un autor que, a través de un lenguaje directo y coloquial, consigue crear escenas tangibles y atmósferas inéditas. Juguetón y triste, pone sobre la mesa los pormenores de la hegemonía tecnológica de hoy en poemas que sorprenden, una y otra vez, por su belleza y originalidad.
En la ingravidez de cada verso aprendemos a ver el mundo de otra manera, una que no
contempla o eleva o rechaza, sino que habita la impermanencia del universo. Lo que equivale a decir la impermanencia de todos los programas informáticos.
Estos poemas parecen proyectarse en slow motion, en un intento de aferrar el tiempo de la juventud que se esfuma veloz.