Actas de economía y complejidad IV
La historia de la ciencias, como bien describió Th. Kuhn en su icónica obra “La estructura de las revoluciones científicas” funciona a través de paradigmas, aceptados temporalmente por las comunidades de investigadores y sustituidos por nuevos arquetipos una vez que la evidencia empírica hace insostenible el paradigma anterior.
La ciencia económica no es una excepción. Sus orígenes se remontan a finales del siglo XVIII, cuando Adam Smith (ese injustamente vilipendiado erudito) escribió La Riqueza de las Naciones. Durante un poco más de dos siglos se han desarrollado diferentes escuelas de pensamiento que han intentado explicar (todas con sus carencias epistemológicas) las normas básicas de esos sistemas complejos adaptativos que son las economías nacionales y la mundial. Los intentos más exitosos de formalización matemática de la actividad económica tienen su origen en la relación epistolar entre León Walras y Henri Poincaré (curiosamente el mentor científico de Louis Alphonse Bachelier) y tienen un punto prominente en los trabajos de Paul Samuelson que le merecieron el Premio Nobel de Economía en 1970. Como vástago de esas formulaciones que pretendían capturar los “hechos estilizados” de los mercados (esto es, representaciones simplificadas de los hallazgos empíricos) surgió el muy controvertido concepto de eficiencia, cuyo estudio le valió a Eugene Fama el Premio Nobel de Economía de 2013.
Como es tradición en la Colección Actas de Economía y Complejidad los trabajos publicados en este tomo corresponden a presentaciones hechas por los autores de los capítulos en el Seminario de Economía y Complejidad del CEIICH.