El príncipe de Atlacomulco
El príncipe de Atlacomulco parte de esta tesitura de descontento que aquí emerge con asombrosa desfachatez. Es una hilarante farsa po¬lítica que critica la inoperatividad gubernamental erigida como una oxidada maquinaria institucional manipulada por mentes enfermas e incapaces. Mediante el hábil uso de diversos recursos del teatro, la pieza inventa un edificio de podredumbre, metáfora del país en des¬composición, donde se pretende recuperar una lucidez inalcanzable. La obra recorre instantes mentales del patético e insulso protagonis¬ta que ha sido elegido por su grey para ocupar el máximo podio, en un viaje que tiene todo de esperpento