MéxicoMéxico
Detalle
ISBN 978-607-30-7713-2

Primeros años del Observatorio Astronómico Nacional de México, a 140 años de iniciar su actividad científica
Una historia gráfica

Autores:
Moreno Corral, Marco Arturo
de Lara Andrade, María Estela
Montalvo Rocha, Felipe de Jesús
Editorial:Universidad Nacional Autónoma de México
Materia:Crónicas y temas especiales
Público objetivo:General
Publicado:2023-05-19
Número de edición:1
Número de páginas:254
Tamaño:21.5x33cm.
Precio:$3.500
Encuadernación:Tapa dura o cartoné
Soporte:Impreso
Idioma:Español

Reseña

Documentar la historia es una necesidad primaria que surge desde la esencia de la cultura humana; es también la forma más perenne que tenemos para trascender la existencia, así como la experiencia personal y colectiva. De esta manera preservamos el conocimiento y, con ello, podemos acrecentarlo y asegurar su resguardo para el desarrollo del ser humano. La historia de las ciencias no se encuentra entre las relatadas más frecuentemente, a pesar de que este tema es un referente que nos brinda bienestar, poder y seguridad, un factor fundamental en la construcción del esquema de nuestra existencia y una parte muy importante del desarrollo intelectual de las culturas, las naciones y de nuestra misma especie.

Este libro nos cuenta el difícil pero relevante inicio de la astronomía mexicana a partir de la fundación del Observatorio Astronómico Nacional (OAN), documentando la historia de toda una época y enriqueciendo su relato con numerosas fotografías rescatadas de la sombras de lo inédito, que nos hacen saber de la ingeniosa calidad y la asombrosa belleza de los instrumentos de la época.

Los visionarios que impulsaron la creación del Observatorio Astronómico Nacional comprendieron que era posible y deseable aprovechar el esfuerzo económico que la nación debía hacer para el adecuado funcionamiento de esa institución a fin de que, además de las responsabilidades de servicio a la nación que justificaban su existencia, se hicieran labores de investigación original, trascendente y de nivel mundial.

El Observatorio, como nos cuentan los autores del libro, nace en Chapultepec con un proyecto de investigación fundamental: medir la distancia de la Tierra al Sol, deducida de los tiempos de cruce del planeta Venus frente al disco solar. Se propuso entonces la participación de México en la campaña internacional que se emprendía con ese objetivo. La importancia de esta medición radica en que la distancia de los planetas al Sol se conocía con razonable precisión, pero únicamente en términos relativos a la distancia de la Tierra al Sol, empleando esta Unidad Astronómica (UA) como unidad de distancia, aunque desconociéndose su valor específico. De hecho, fue empleando distancias en UA como Kepler dedujo las tres leyes que describen los movimientos de los planetas, con las que Newton enunció su importantísima Ley de Gravitación Universal. Gracias a esta ley, aplicable a todo el Universo, el conocimiento de la distancia Tierra-Sol permitiría conocer tanto la dimensión del Sistema Solar como, eventualmente, las escalas del Universo mismo. Así, en ese momento, medir el valor de la Unidad Astronómica era, sin exagerar, ciencia básica, fundamental y de frontera.

Un segundo proyecto de gran importancia que se emprendió con el escaso personal de investigación del Observatorio Astronómico Nacional fue el de la Carta del Cielo, que aspiraba a fotografiar por vez primera toda la bóveda celeste, con detalle sin precedentes mediante decenas de miles de imágenes tomadas desde distintos observatorios. El registro fotográfico del cielo es de suma importancia, no sólo para asegurar un censo confiable de los astros, sino para —mediante la obtención de nuevas fotografías en una segunda época, tan separada en el tiempo como sea posible— poder medir los pequeños movimientos, los "movimientos propios" de las estrellas, que permiten conocer el comportamiento dinámico de nuestra galaxia. Es asombroso y elogiable que la franja de cielo que correspondió fotografiar al personal del OAN desde la Ciudad de México fuese completada, a pesar de la inestabilidad política y económica que el país padeció durante la mayor parte del tiempo dedicado a este proyecto, y lo es más todavía reconocer que fueron pocas las instituciones alrededor del mundo que cumplieron con su cometido en este gran y novel proyecto internacional.

Así, es entendible que diversos grupos de investigadores de otras partes del mundo se hayan acercado a los astrónomos del Observatorio en México para buscar colaboración y apoyo en proyectos de investigación, tanto para establecer expediciones de investigación en nuestro país como para probar equipo novedoso, tal como lo hizo Percival Lowell, director del Observatorio de Flagstaff, Arizona, quien instaló en Tacubaya, durante el invierno de 1894-1895, un telescopio de grandes dimensiones para la época, empleado para estudiar cambios estacionales en la superficie de Marte, investigación que dio lugar a los hipotéticos canales del Planeta Rojo y a la conjetura de una posible existencia de vida inteligente en ese cuerpo celeste.

Toda la labor del OAN, desde finales del siglo XIX hasta mediados del XX, requirió la participación de personal técnico capaz de montar, mantener funcionando, corregir deficiencias y evitar el deterioro de los finísimos instrumentos que el Observatorio fue adquiriendo. En ocasiones también se diseñaron y construyeron instrumentos de excelente calidad, como el reloj que Juan Nepomuceno Adorno fabricó y que se muestra en una de las imágenes de este libro. Como es fácil darse cuenta, toda esa labor implica la formación de personal técnico altamente calificado: mecánicos, ópticos, especialistas en control de aparatos, entre otras especialidades de muy alta precisión.

La astronomía siempre ha impulsado el desarrollo tecnológico al más alto nivel, dado que requiere hacer mediciones de objetos y fenómenos lejanos y aparentemente débiles; sus instrumentos han sido siempre únicos y de vanguardia, así como sus métodos y técnicas de derivación y análisis de datos. La consecuente formación de un semillero de especialistas de alto nivel en el Observatorio Astronómico Nacional ha persistido hasta el presente en el Instituto de Astronomía de la Universidad Nacional Autónoma de México —institución que acoge al OAN desde hace casi 100 años, tras el otorgamiento de su autonomía en 1929—, así como en otras instituciones astronómicas que más recientemente se han formado en nuestro país. En el OAN, hoy Instituto de Astronomía de la UNAM, surgieron las bases para el desarrollo de la óptica, del supercómputo y de la electrónica de control, entre otras disciplinas que ahora se ejercen en toda la nación. En este aspecto, el Instituto de Astronomía y las otras instituciones de investigación astronómica del país continúan esta relevante tradición, participando en proyectos que desarrollan instrumentos de alta especialización que se emplean en algunos de los mayores y más prominentes telescopios en el mundo, como el Gran Telescopio Canarias, el High Altitude Water Cherenkov y el Gran Telescopio Milimétrico, entre otros.

El conocimiento y la capacidad para lograr producir ciencia, instrumentos y tecnologías de frontera nacen y se desarrollan en instituciones pioneras de investigación, como es el caso en México del Observatorio Astronómico Nacional. El camino ha sido largo y difícil, lleno de obstáculos y limitaciones que con frescura y claridad se relatan e ilustran en esta obra. Sus espléndidas fotografías nos llenan con frecuencia de emoción y admiración, tanto por la belleza que plasman como porque ilustran las labores realizadas por las empeñosas personas que llevan a cabo un trabajo de tanta calidad y de relevancia mundial, desde nuestro país y en condiciones frecuentemente adversas.

Sin duda, los lectores de este libro agradecerán a sus autores por presentar y describir tan valioso y agradable material fotográfico de la historia científica y tecnológica de nuestro país, a cerca de 145 años de la fundación del Observatorio Astronómico Nacional, orgullosamente mexicano.


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