Balada del dios atrofiado
El poeta Óscar Páez es un creador visceral. Expone y deja que el lector se empape con sus propias tripas. Juega con este recurso durante toda la plaquette. Sin perder sentido. Belleza. U originalidad. Por ejemplo, en el poema Casa. En este texto el poeta nos muestra el dolor de una casa a la que todo le duele. Desde un principio el poeta nos dice que la casa tiene vida. Que la casa siente lo mismo o incluso siente mucho más que el Yo poético o que cualquier persona. Es una casa “donde los cimientos se convirtieron en mar”. Siguiendo con esta imagen. Podemos decir que es una casa que va a la deriva. Sobre una superficie abismal, terrorífica, implacable, cambiante y azul. También dentro de ese terror que duele, podemos encontrar comodidad y paz. Porque el mar igualmente representa la fluidez, la belleza, la vida. Entonces si unimos estas dos contradicciones y retomamos el contexto del poema, podemos decir que es una casa que está en agonía. Sin embargo, en esa agonía la misma casa encuentra alivio. Alivio para su propio dolor y para el dolor que le causa el recuerdo de lo que habita en ella. La casa sabe que necesita el dolor para fluir hacia otro estado. Tal vez para encontrar la calma. Hallar un punto intermedio donde la casa sabe que estará bien. Y no morirá. Porque también sabe que es una casa que no va a morir. A menos que el Yo poético lo decida.
Iván Mata