Vampirismo y otros cuentos
Ya el título de esta antología es bastante explicativo acerca del asunto y la cuestión: relatos fantásticos y de terror en manos de un solitario y un enamorado. Es decir: de un romántico. Y a finales del siglo XVIII y principios del XIX, el romanticismo del pintor, jurista, compositor, cantante y
narrador alemán E. T. A. Hoffmann (1776-1822) lo condujo a la creación y recreación artística de atmósferas densas, exaltantes y alucinantes, así como a urdir paisajes de pura tiniebla metafísica.
Comparados con él, los actuales cultores del género -un mundo cada vez más habitado por vampiros que van al colegio y hombres lobos obsesionados por las dimensiones de sus pectorales-, parecen afectados, esquemáticos e infantiles. Por el contrario, los viejos cuentos de Hoffmann
dan la impresión de ser indiferentes al paso del tiempo, y en los doscientos y pico de años que nos separan de su publicación no han perdido nada de su ambivalencia ni de su tétrico resplandor.
Cada uno de ellos contiene el hilo de una trama vertiginosa, que hace contener la respiración: relatos de pasiones y de sufrimientos oscuros y alusivos, de visiones y de magia, de acontecimientos que cambian de curso y de sentido a medida que se multiplican. A veces creemos que le hemos abierto la puerta a un torbellino de historias humanas, muy humanas, y sin embargo nada en estas quimeras obsesivas tendría sentido si no fuera porque obra en ellas la atracción invencible de algo que está más allá de lo humano. Después de todo, en el fondo de toda historia fantástica subyace una parábola moral donde se miden la luz y la oscuridad.