Villa contra todo y contra todos
En pos de la venganza sobre Columbus, N. M.
Al oscurecer del día 8 de marzo de 1916 —rememoran los namiquipenses—, salimos de Boca Grande, tomando rumbo a Vasco de Piedras, con miras a desconcertar a quienes pudieran habernos visto. Como a las nueve de la noche, quebramos rumbo la norte y pasamos a unos cuatro kilómetros de la hacienda de Palomas, al poniente. Aquí, com es bien sabido, no hay sierras —éstas sólo han existido en la imaginación de los escritores embusteros—; es un inmenso llano y en gran parte cubierto de chaparral —mezquite—, no más alto que la panza de las bestias. Sería la medianoche, minutos más o minutos menos, cuando nos reunimos todos en la cercanía de la frontera. A la una de la mañana miramos a lo lejos pasar un tren con rumbo a El Paso. Se dijo que era el último que pasaba por Columbus durante la noche. Casi al instante cruzaron la línea los comisionados para ir a cortar las comunicaciones telegráficas, sin haberlo realizado, por la contraorden. Allí en la frontera, se hallaba con nosotros el general Villa, rodeado de su fiel escolta. Yo, Juan B. Muñoz, lo digo, porque me consta haberle visto y hablado con él.