Reseña

Ante este universo de víctimas es cuando debemos reflexionar cuál es el papel del sobreviviente, del regresado de la zona gris del exterminio, en otras palabras ¿Cuál es el papel del Testigo? Ante una realidad colmada de agravio, trauma, horror y desesperanza ¿El testimonio de un sujeto-víctima tiene la misma validez jurídica que el testimonio del testigo?
El libro "Tlatelolco" de Gilberto Balam nos instala en esa encrucijada, nos emplaza a enfrentar las múltiples narrativas elaboradas por los homicidas de nuestra historia, de aquellos hacedores de “verdades históricas” y, sobre todo, nos conmina a combatir las impuestas políticas de olvido, del borrón y cuenta nueva. Una política que desde entonces ha sido propagada y alimentada como razón de Estado.
Gilberto Balam tiene un lugar de enunciación muy claro, no habla, no escribe la víctima, habla y escribe un testigo, un sobreviviente de la zona gris de exterminio. Un testigo que estudiaba en el Instituto Politécnico Nacional (IPN), un testigo que narra desde su experiencia vivida todo el entramado represivo desplegado contra el movimiento estudiantil en la Ciudad de México el año 1968.
Balam escribe desde su presente y deja constancia cómo un joven proveniente de ámbitos rurales alcanza a desarrollar una conciencia política y de clase que termina por empalmar con las demandas presentadas por el Consejo Nacional de Huelga (CNH). Un activista que está presente en las manifestaciones y en los frentes de batalla promovidos, conjuntamente, por el movimiento estudiantil.
Sostiene que uno de los hilos ideológicos y políticos que sustentaron el movimiento estudiantil en la Ciudad de México fue la compartida concepción de que la lucha de clases en México se había recrudecido por el anquilosamiento de la representación partidista, la descomposición del capitalismo mexicano, el nivel antipopular del gobierno de Díaz Ordaz, la respuesta represora y fascista del gobierno ante cualquier movilización, la nula credibilidad en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), la inmovilidad política y el acendrado conservadurismo de la clase empresarial. Pero, sobre todo, porque los jóvenes de finales de los años 60 asumieron ser una generación heredera de las resistencias históricas, de las luchas a favor de la justicia social. Por tanto: “Ganar la calle” y “Llegar el pueblo” eran algunos de sus más importantes objetivos.
Gilberto Balam en "Tlatelolco" hace un detallado recuento de un testigo que observó las posturas de múltiples actores ante el movimiento estudiantil, desde el gobierno federal, las instituciones de educación superior, los alumnos, la sociedad, la prensa, el empresariado, la iglesia, organismos sindicales oficiales y sectores sociales independientes.
El dato está en los pequeños detalles narrados finamente por Balam, las claves de la respuesta gubernamental están en las metáforas generadas desde el poder y lexicalizadas por los medios de comunicación y el grueso de los sectores sociales y poblacionales, esas metáforas el lector las encontrará de manera sutil pero firme.
El peso del testimonio de Balam es atroz, sumerge al lector a lo más profundo del pensamiento y el obrar de los detentadores del poder legal e ilegal en México. Expone la represión del movimiento estudiantil desde adentro, desde las subjetividades y objetividades de los tomadores de decisiones. Deja en claro cuál fue el raciocinio de los fundadores de la administración de la democracia a través de la violencia política, de la violencia como consenso de Estado.