La Malhora
La Malhora narra la venganza que Altagracia, joven nacida en los arrabales de la Ciudad de
México, decide llevar a cabo en contra de Marcelo, antiguo abusador y pretendiente suyo. La
venganza es por partida doble: Marcelo, después de emborracharla, y de haberle prometido
matrimonio, la poseyó, sin cumplir su promesa. A partir de este violento acto, Altagracia, la
Malhora, fue descendiendo progresivamente en la escala social y moral, hasta llegar a la
pulquería El Vacilón, lugar donde se prostituye con cualquiera. Aquí, con ayuda de El Flaco,
consigue una navaja con la que pretende matar a su victimario; pero, borracha, sólo le
proporciona un navajazo, sin mayores consecuencias. Marcelo, azuzado por la Tapatía, fuera
de la pulquería, asesina a un hombre. Al salir todos los concurrentes de El Vacilón, Altagracia
se entera de que es su padre. Después de que la policía no atiende sus quejas —la Malhora
sostiene que el asesino es Marcelo—, queda tendida a media calle, desmayada. Esta es la
segunda desgracia que pretende cobrarle a Marcelo.
Altagracia despierta en la comisaría, pero niega conocer al asesino de su padre.
Despierta en un hospital, después de haber soñado, recrea lo que ha vivido antes de
caer en la inconsciencia. Se recupera lentamente en casa de un doctor trastornado, mitad
erotizado. Al salir de allí, encontró trabajo como criada en la casa de las Gutiérrez, solteronas
de Irapuato avecindadas en la Ciudad de México por temor a los revolucionarios. Pero
después de cinco años, y luego de recibir un codazo en la iglesia y pelear a ras de piso con
su provocadora, Altagracia encontró cerrada la puerta de sus patronas.
Más tarde se colocó al servicio de un general venido a menos, nostálgico del régimen
de Porfirio Díaz, pero muy pronto la corre por decir malas palabras. Luego pasó tiempo con
un aprendiz de doctor, preguntón, demasiado intrusivo en su pasado. Es gracias al monólogo
interior que la Malhora realiza ante el doctor que conocemos su historia. Ella regresó
solamente a su barrio a consumar su venganza. Tras identificar el domicilio, el letrero “Se
pintan rótulos” lo evidencia, acuchilla a la Tapatía y a su amante, el pintor de rótulos,
Marcelo.