Novelas en Campo Abierto
En noviembre de 2012, La novela corta: una biblioteca virtual puso en línea su segunda
colección: “Novelas en Campo Abierto. México: 1922-2000”. Además de ofecer un
panorama narrativo del siglo XX, los editores se propusieron dar continuidad a la
representación de tendencias y obras de la colección inicial, “Novelas en Tránsito”,
conformada con autores y autoras representativos del XIX. Ambas series buscan actualizar
la lectura y la comprensión de sus respectivos corpus por medio presentaciones críticas
pensadas para lectores diversos, historias textuales de las obras editadas, sucintos trazos
biográficos y enlaces externos a artículos y ensayos publicados en la Red.
“Novelas en Campo Abierto” ofrece un breve recorrido por el vasto panorama de la
novela corta en México durante el siglo XX. El trayecto inicia en 1922, fecha en la que
conviven tendencias narrativas de fin de siglo —El evangelista, de Federico Gamboa, por
citar un título— con expresiones de vanguardia tan logradas como La señorita Etcétera de
Arqueles Vela, así como la inmediata novela de Julio Jiménez Rueda: Sor Adoración del
Divino Verbo.
Esa fusión de horizontes recuerda que la continuidad del género debe mucho a la
narrativa del periodo que, desde 1872, confirmó la vocación universal de la literatura
mexicana. Para celebrar la fundación de la modernidad, renovada por las técnicas narrativas
empleadas por los Contemporáneos, se editaron El joven (Salvador Novo), Novela como nube
(Gilberto Owen), Dama de corazones (Xavier Villaurrutia) y La rueca de aire (José Martínez
Sotomayor). En las inmediaciones del canon de las primeras décadas del siglo XX, se
rescataron obras valiosas de tendencias sociales y políticas divergentes: Los fusilados
(Cipriano Campos Alatorre) y Jack (Lorenzo Turrent Rozas) y se incluyó la trilogía marginal
de Francisco Tario (La puerta en el muro), Efrén Hernández (Cerrazón sobre Nicómaco) y
Renato Leduc (El corsario beige).
Después del Medio Siglo, se recogen algunas voces emergentes de la generación que
contribuyó notablemente al prestigio reciente del género: Emilio Carballido (El Norte),
Sergio Galindo (Polvos de arroz), Luisa Josefina Hernández (La plaza de Puerto Santo),
Juan García Ponce (Unión) y Sergio Pitol (Cementerio de tordos). Con aires de otro fin de
siglo, Mejor desaparece de Carmen Boullosa y La señora de la fuente de Luis Arturo Ramos
confirman y anticipan la apertura formal de la novela corta hacia parajes inéditos de la
narrativa del siglo XX, en buena medida, gracias a la difusión de las nuevas tecnologías.
“Novelas en Campo Abierto” no se propuso construir un canon de la novela corta
mexicana, tampoco pretendió agotar las tendencias o las obras de las figuras emblemáticas
del género. Aun más: el proyecto inicial se redujo por limitaciones presupuestales y se
enfrentó a algunas negativas de los titulares de los derechos. No obstante, la veintena de obras
que, finalmente, se pusieron en circulación con el mayor esmero editorial posible, se
encuentra entre las novelas más leídas y descargadas de esta Biblioteca. Ese interés de los
navegantes implica un reto y un impulso para ofrecer nuevos horizontes narrativos desde
nuestra casa de trabajo, la Universidad Nacional Autónoma de México.