Cómo recorrer una ciudad sin despertarla
Cómo recorrer una ciudad sin despertarla, de Violeta Orozco es la indagación literaria de las ciudades que intrigan a la autora. En las siete piezas que conforman el manuscrito, Orozco pasa revista a las ciudades que recorre y que busca explicarse a través de la escritura, siempre en diálogo con esas otras ciudades subrepticias: las imaginadas, las del recuerdo. Así, mientras anda por Nueva York —«la dentadura reluciente del continente americano»—, concluye que, aun con las diferencias de tamaño, Central Park «podría ser el Parque México, con una que otra modificación como meterle un estanque más grandecito en el centro», y que incluso dentro de un barrio vacío en los suburbios de Nueva York puede haber resabios de Ciudad Satélite. A veces este diálogo opera por contraste: frente a la mugre que asedia los vagones en las arterias subterráneas de la capital mexicana, el metro de Montreal se vuelve un espacio futurista, «como cuarto de hospital de lujo»; frente a la noche erótica y transgresora de la Ciudad de México, la de Nueva Jersey parece «un hábito molesto, una pausa incómoda que apenas sirve para cambiar de escena»; frente al nopal que en México «acompaña tercamente nuestra vista por la ventana», en los suburbios industriales de Estados Unidos existen zonas donde no hay «ni una hierbilla contestataria que me salude débilmente»