El difunto Matías Pascal
Se llama Matías Pascal y es un bibliotecario algo peculiar en la colorista Sicilia de principios del siglo XX. Hace tiempo que Matías ha perdido toda su fortuna, se ha casado con quien no debía y ha vivido como un sonámbulo una vida tenaz y opaca. Un buen día, ausente de su casa, Matías lee en
un periódico la florida reseña de su a propia muerte y su primera reacción es exclamar: "¿Qué?", al tiempo que experimenta unos síntomas físicos muy parecidos al miedo. Su segundo pensamiento es una mezcla de confusión, cólera, atontamiento, breves instantes de congoja, alguna tenue pataleta, y después nada. Sólo la excitante certeza de saber que el mundo –con esposa, suegra y acreedores– lo cree muerto, y de que esa puede ser una gran ventaja. Una promesa de evasión, de expiación.
Toda la novela –a lo que conduce su picaresca y existencial odisea– es una profunda reflexión sobre la constante pugna por establecer un yo humano. Porque en definitiva el yo no es algo que se tiene sin más. Porque nuestro viaje interminable e imposible hacia el hogar es de hecho nuestro hogar. Claro que, por debajo de todo, incluso del modo centrífugo en que está narrado el libro, está el terror a la muerte. Lo que desorienta a Matías Pascal es también lo que lo impulsa a regresar a casa y enmendar el error de su muerte: el miedo pánico al olvido, el viejo horror a la parca, el de
siempre, el de todos los días, rotundamente problemático.